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jueves, 16 de febrero de 2012

Tam hizo esto y bueno pronto sacara su blog

Cigarro

La siguiente historia es real, al menos todo lo que yo no me inveté.
Recuerdo sentarme en el sillón negro de Nena mientras ella encendía otro cigarro. Acostada en su cama, rodeada de santos que yo nunca podré nombrar, acercaba su vicio a la boca y lo aspiraba profundamente. La recamara amarilla simulaba el ambiente contaminado por el humo. Yo, en el sillón, solo esperaba hablar con ella.
Había fumado desde los quince años. El porqué comenzó y el cómo aún me son desconocidos. Yo, siempre la ví fumando. Desde mi infancia, recuerdo subir a su recamara a pedirles a mi abuela y a ella mi leche con chocolate. Ella estaba con su cigarro. Pasaban casi toda la tarde viendo la televisión, sobre todo, aquellos programas de chismes de estrellas baratas. Estrellas que se inventan en la tele y que no saben ni el himno nacional. Por la mañana, no sé que hacía, seguramente la comida puesto que siempre llegaba de la escuela y estaba la sopa servida.
Quisiera recordar cómo eran los tiempos cuando ella estaba en su sano juicio. Quisiera recordarla bien, pero no puedo. Era yo aún infante y cuando ya no lo fuí ella ya no era Nena. No recuerdo cuándo pasó ni el proceso que se llevó, pero ella fue decallendo.
Una vez dió al hospital. Pero no por problemas respiratorios, esos fueron para mi tia quien se paso la vida entera durmiendo a lado de fumadores. Primero Nena y luego su ex-marido. Al punto de conseguir asma. 
Mi bisabuela terminó en una ambulancia por alguna otra razón. Creo que fue una embolia o algo por el estilo. Recuerdo haber estado en el hospital, no haberla visto. Recuerdo ir en un carro, afuera estaba oscuro y llovía. A mi lado, estaba mi abuela. La voltee a ver y estaba llorando y me dijo algo que se me ha olvidado. Temía que Nena muriera. 
Fue el comienzo del fin.
Salió del hospital y regresó a su recámara. No sé si desde entonces ya no se podía mover o si tomó tiempo antés de que tuviera que quedarse días en la cama. Al principio, mi abuela y mis tios se encargaron de ella. Pero con el tiempo, se volvió cada vez más desgastante y Nena empeoraba con el tiempo. No de condición física, si no mental. 
Con la cantidad de tiempo libre que tenía, lo único que quería era atención. Casi se podía decir que quería que le velaran el sueño. Llamaba constantemente a mi abuela, llamaba constantemente a mis tios, llamaba constantemente a los niños, llamaba constantemente a mí. Yo no sabía que hacer.
Luego, los problemas comenzaron. El teléfono fue uno de los mayores enemigos. Nena comenzó a hablar al resto de la familia que no estaba presente. Comenzó a alegar maltrato y desnutrición. Decía que no comía nada, pero si no comía era porque no quería lo que había. Comenzó a decir que la abandonaban. Comenzó a decir que ya no la querian. 
Todo mundo nos atacó, atacaron a mis tios, atacaron a mi abuela de inhumanos y asesinos. Mi abuela se jalaba los pelos, su presión se alocaba y más de una vez la vi llorando. Pero a pesar de las recriminaciones ellos nunca vinieron por ella, nunca se la llevaron con ellos, ellos nunca hicieron algo.
Se decidió contratar a una enfermera. Pero no fue una, fueron varias. Algunas duraron meses, otras semanas o días. No recuerdo cuantas fueron. No recuerdo ni quienes fueron. Pero la mayoria termiban huyendo. Unas porque era mucho trabajo, Nena se mojaba la ropa, las rasguñaba y les lanzaba cosas. Muchas veces se quedaba dormida sin apagar el cigarro. Su ropa muchas veces terminaba quemada o llena de ceniza. Una vez agarró el cigarro, lo prendió y le quemó la mano a una de ellas.
No quiero ser viejo. No si es así. El cerebro se fue degradando, al punto en que no se sabía si era la mente de un adulto o la de un niño.
Recuerdo sentarme en el sillón negro de Nena mientras ella encendía otro cigarro. Acostada en su cama, rodeada de santos que yo nunca podré nombrar, acercaba su vicio a la boca y lo aspiraba profundamente. La recamara amarilla simulaba el ambiente contaminado por el humo. Yo, en el sillón, solo esperaba hablar con ella.
Le comenzé a preguntar cosas. Cómo era su niñez, cómo era su padre y su madre, cómo fueron sus hermanos, de dónde descendiamos y cómo fue que ella había terminado aquí. Me contestó todo. Me dijo que ella motaba caballos, que descendiamos de un virrey y que tenía la pluma doblada que habían encontrado con su hermano atropellado. Luego, no recuerdo que dije pero recuerdo que la enfrenté de alguna manera. Le dije que porqué nos hacia eso, porqué destruía la familia, porque lastimaba a su propia hija. Le comenzé a gritar y ella empezó a gritarme a mí. Nuestros gritos alarmaron a toda la casa y después solo recuerdo que lloré. Cómo nunca había llorado.
-Nena ya está muerta. Ella no es mi abuela.- Recuerdo a mi mamá alguna vez decir. Después, muchos años después me confesó mi mamá que ella dejo de querer a su abuela, porque me había lastimado a mí. Que su abuela ya no volvió a ver a su nieta favorita antes de morir.
Poco luego de que yo perdiera el control con mi bisabuela, fue cuando la mandaron a un asilo. Ya no importaba qué dirian de nosotros. Ya la familia dejo de existir entre mi abuela y sus hermanas. 
Recuerdo haber ido a uno de los asilos en que estuvo dos veces. Una de ellas, ella estaba sentada en una silla en el patio mientras le servian algo de comer. Creo que celebraban algo. Recuerdo que me dejaron un momento sola con ella. Nena me dijo -Estoy muy enojada contigo.- Yo, que empezaba a entrar a la pubertad no le dije nada. La otra vez, ella estaba acostada en su cama alegando que le habían robado cosas, cuando en verdad se las ocultaban. De su mueble, me pidio que abriera y sacara uno chocolates. De menta. Siempre tenía de menta. Me los ofreció.
Un día salí de la escuela y no fue mi abuelo quien me recogió. Creo que fueron mis primos más grandes. No dijeron mucho cuando me subí al carro. Al llegar a la casa de mis abuelos noté que estaba el carro de mi mamá quien supuestamente estaba en el trabajo. 
Entré a la casa y estaban todos sentados en la sala. Antes de saberlo, ya lo presentía.
-Nena murió.-
No recuerdo bien que fue lo que sentí en ese momento, pero no fue dolor. Ni llanto. Después siguieron hablando. Al parecer su cuerpo todavía estaba en el asilo. Había que ir a ver algo, unos papeles creo y ver todo lo de la funeraría. Me preguntaron si quería ir a verla. Creo que fue la vecina quien dijo “Pero eso puede ser traumante para alguien de su edad.” Aún así yo fui.
Era un asilo diferente al que habia ido antes. Al entrar todo estaba tranquilo. Había un joven, discapacitado mental, caminando de un lado al otro. Yo, seguí a mi tia hasta el cuarto donde estaba Nena. Ahí estaba, como dormida, aun con su pijama. Nos acercamos a verla. Mi tia la tocó.
-Está aún un poco caliente.- 
Pero sabiamos que estaba muerta. No murió de ningún problema respiratorio, como ya mencioné, el asma es de mi tia. Según me dijeron, sus pulmones estaban más limpios que la conciencia. Inspeccioné la recamara. Azul, la cama en una esquina y dsu mueble en otra. El mueble que alguna vez estuvo en su recamara, abarrotado de santos, ahora estaba en ese asilo, con una televisión encima, una que otra figura, unos anillos, pero claro. Ahí estaban, sus cigarros.

lunes, 13 de febrero de 2012

No es martes, ni es jueves, pero parece

Y pues amaneció igual que el martes y como el jueves tan solo que hoy era otro día, la cuneta despedía un olor muy especial esta mañana, pues bajo el cenit la gran cantidad de desechos y cadáveres de ratas hacían que las moscas se deleitaran en un nuevo éxtasis de la pestilencia. Para cuando logre terminar de abrir los parpados ya me encontraba hundido en una niebla de distintivos colores y sabores insalubres, con mi despertar empezaron a llegar los dolores mas clásicos de mi jueves y mi martes típicos retortijones de cruda y desacomodos de los huesos sin buen reposo, en mi pesadez fogosa tire de la manera mas pendeja el resto del resistol, único aroma que parecía no tan desagradable, igual y pues por la costumbre, mis desesperados y cabreados gritos despertaron a una que otra rata, no me importo ahora lo único en la cabeza era buscar un puto comex, resbale mis manos entre tanta mierda a mi alrededor para agarrar mis botas y sacudiendo un poco toda la porquería de encima las deslizo a los agujerados calcetines, me arrepiento al poco rato después de que con el maldito sol mis pies se sientan como huevos rancios en la freidora.

Mi cuneta es larga y ancha, tapa del sol cuando se mete debajo de la carretera y aleja a los albañiles indeseables, hay espacio para mi y mis ratas y mis chelas y mi resis aveces hay compañia, no me gusta, aveces esta sola, me harta, pero aveces me gusta, la cazadora me cubre y al calor uno se acostumbra, lo mejor es no tener que ver a las mierdas de traje ah y claro no es una oficina. En ella paso los días que no son jueves ni martes.