El humo, ahogándose hacia
las entrañas del cigarro
se cuela a los pulmones
y lo que ahora son cenizas
guiñan en una braza
antes de manchar el suelo
Las garras se abren paso
del abdomen huyendo fuera
y atravesando la bestia
el hocico saciado, harto de sangre
Intenta olfatear el nuevo entorno
bufando de esquina a esquina
y el vaho de sus fauces toma color a la luna
Los lujuriosos líquidos
resbalan de sus muslos
salpicando piel y pelo
y se embarran en la cara
La presa destazada da paso al completo silencio
hijo de los gritos
ecos, ecos de mi sexo